martes, 10 de julio de 2012

El flechazo existe: científicamente demostrado

Entre el enamoradizo y el que no lo es siempre existió la constante pelea sobre si el flechazo existe o no existe. Muchos dicen que pueden enamorarse hasta límites insospechados tras cruzar unas miradas, todo un tópico. Otros piensan que eso es atracción física y nada más, y que más que un flechazo es un… “me pones”.
Aunque podamos pensar que es algo cuestionable, que depende de lo dispuesto que estés a buscar o a encontrar el amor, de lo idealista o enamoradizo que seas, y lleguemos a afirmar que enamorarse a primera vista es imposible, hoy, podemos decir que los que pensáis así, os equivocáis.
Ya sabemos que los médicos e investigadores científicos son muy dados a llevar a cabo estudios que desmitifican todo lo emocional, como si en este mundo tan cruel en el que vivimos, eso nos hiciera falta. Pues ahora se han propuesto borrar de un plumazo el concepto de la magia del amor, sustituyéndolo por un estudio que explica de forma científica qué es lo que nos ocurre cuando nos quedamos hipnotizados con alguien a primera vista.
La Escuela de Medicina de la Universidad de Standford, llevó a cabo en tiempos un estudio con el que se demuestra que el flechazo es toda una realidad, pero más que sentimental, científica. El flechazo a nivel científico, es una sensación o una percepción subjetiva del amor que buscamos, visto a través de una persona.
Cuando nos cruzamos con esa supuesta persona ideal, nuestro cuerpo reacciona, segregando una serie de hormonas que nos hacen sentir euforia, felicidad, deseo sexual… es un estado similar al que producen ciertas drogas, y que hace reaccionar hasta doce zonas del cerebro, que se ponen en marcha para sentir lo que llegas a sentir. Y es que cuando esto pasa, solo se necesita la quinta parte de un segundo para caer rendido a los pies de esa persona. Increíble pero cierto.

Las sustancias del amor y sus reacciones

Feniletilamina, dopamina, adrenalina, oxitocina, norepinefrina, endorfinas y encefalinas. Este es el cóctel hormonal de la pasión a primera vista. Cada una de estas sustancias comienza a aflorar a nuestro torrente sanguíneo cuando nos cruzamos con la persona que nos lanzará una flecha en el mismísimo corazón.
La dopamina es un neurotransmisor, y entre otras funciones tiene la de despertar el deseo y el sentimiento de placer. Su producción es estimulada por al feniletilamina. La oxitocina y la norepinefrina nos hacen mantenernos eufóricos y excitados. La combinación de todas ellas hace que temblemos, sudemos e incluso tartamudeemos. Afectan incluso a la capacidad auditiva, por eso nos quedamos embelesados…sin prestar atención a lo que pasa alrededor. El cuerpo toma incluso una postura, que habla por sí sola (aunque conscientemente no la apreciemos).
Todo esto hace que el que “sufre el flechazo” se encuentre semi drogado, con sus capacidades mentales e incluso físicas bastante mermadas. En un estado de locura difícil de mantener, pero que surge del instinto por mantener la especie. Sí, estamos programados para procrear, y nuestro cuerpo reacciona con esta bomba química cuando nos cruzamos con la persona adecuada.

Después del flechazo

Llega el amor, o no. Esta revolución hormonal y química en nuestro cuerpo no puede mantenerse durante mucho tiempo. Por eso, tras un estado físico agotador e intenso, nuestro propio cuerpo comienza a segregar otras dos hormonas, las endorfinas y las encefalinas, que son las encargadas de frenar ese impulso, de calmarlo. El cuerpo humano no puede mantener ese ritmo mucho tiempo, por eso reacciona produciendo estas sustancias, que nos aportan el sentimiento de felicidad y tranquilidad que se consigue en las relaciones consolidadas.
Otra de las opciones posibles es que tras la pasión inicial del flechazo, todo se desvanezca. Y es que cuando acaba la química, arranca la relación. Y con nuestro cuerpo sereno, el amor deja de ser ciego. Aparecen los defectos del otro y comenzamos a ver la parte negativa.
Y es que las flechas del amor provocan un coctel explosivo de hormonas que es capaz de hacernos perder el juicio racional para tomar decisiones. Sin embargo, cuando el cuerpo se calma, es cuando realmente podemos apreciar si esa persona merece la pena o no para seguir por un mismo camino.

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