Cada hombre, al igual que cada mujer, es un mundo. Sin embargo, en determinadas franjas de edad, todos coinciden en ciertos patrones de comportamientos sexuales, eso sí, cada uno a su manera, aunque comparten puntos, pensamientos y acciones comunes…
Juventud divino tesoro
Coincide con la vida, que con la edad, la vida sexual puede decaer. Quizás no en calidad, pero si en cantidad. Y es que en la adolescencia y la juventud, la potencia sexual de un hombre es descomunal, y a menudo incontrolada. Es tal el cóctel hormonal al que se ven sometidos, que su actividad sexual es a veces exagerada.
Antes de perder la virginidad, la masturbación es muy recurrente. Aunque sorprenda el dato, un adolescente en pleno apogeo hormonal puede masturbarse hasta tres veces diarias. De esta manera aprenden a conocer su cuerpo, y las reacciones del mismo, pero también de esta manera descargan una tensión sexual, que de no ser así puede llegar a causar problemas emocionales e incluso físicos, como ansiedad, nerviosismo e inestabilidad sexual.
Esta revolución sexual adolescente, hace que los chicos jóvenes presenten una gran potencia sexual. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones esta potencia es totalmente incontrolada. Por ese motivo es tan común que en adolescentes se de una alta tasa de eyaculación precoz por sobreexcitación, y erecciones involuntarias, como las poluciones nocturnas, aunque también ocurre durante el día.
Los adolescentes viven situaciones incómodas, porque su pene es capaz de ponerse erecto en tres segundos, sin darle tiempo casi a ocultarse. Esto, unido a los miedos típicos de que puedan pillarlos mientras se masturban, o mientras exploran la vida sexual con su primera pareja, a la que temen no satisfacer… son los primeros problemas sexuales que se tienen, y que pueden desencadenar en futuros problemas y disfunciones sexuales, como por ejemplo, la disfunción eréctil.
A esta edad, lo más importante es que los chicos (y también las chicas9 tengan una buena educación sexual. Que destierren tabúes, vean la sexualidad como algo natural, y que sean responsables en cuanto al uso de anticonceptivos y métodos de protección contra enfermedades de transmisión venérea.
Ya no soy un crío
A partir de los veinticinco años, un joven puede considerarse un adulto formado (aunque no en todos los casos la madurez llega a esa edad). Normalmente a esa edad un hombre ya sabe lo que le gusta, lo que quiere y lo que le satisface. Por eso su identidad sexual ya está más que clara, y suelen tener una alta autoestima sexual.
Siguen siendo igual de potentes que en la adolescencia. Sin embargo, el carácter y la experiencia les aporta otro temple, y son más capaces de reprimir y redirigir sus impulsos. Por eso los hombres a partir de esta edad controlan mucho mejor sus erecciones. Ya no son tan espontáneas ni ocurren durante ocasiones tan inesperadas. De hecho incluso la frecuencia de masturbación es muchísimo más baja, ni siquiera se masturban todos los días.
Ya tienen más experiencia sexual y van mejorando mucho con la práctica. Su sexualidad es más serena, más estable, o más elegida. A esta edad, puede verse además afectada por factores externos como el estrés laboral o cambios importantes en la vida, por eso empiezan a valorar mucho más la calidad que la cantidad.
A esta edad, los problemas y disfunciones suelen ser de origen psicológico. El cuerpo suele estar en perfecto estado, aunque los problemas emocionales y el ritmo de vida pueden afectar a la función sexual.
La madurez que da la experiencia
Los treintañeros son aún bastante potentes, aunque acercándose a los cuarenta, es cuando empiezan los problemas. Tras una época de madurez sexual, en la que se valoraban otras cosas como el trabajo, el nivel de vida, los amigos… la sexualidad parecía quedar en un segundo plano. A partir de los cuarenta ocurre lo que se conoce como la crisis de los cuarenta. Lo demás ya está conseguido, o el hombre se ha habituado a lo que tiene, y vuelve al primer plano su vida sexual.
Sin embargo, ni el deseo es tan potente, ni la necesidad es tan imperiosa. Se trata más de una búsqueda de autoestima sexual. Tienen más necesidad de conquista que deseo sexual. Necesitan sentirse atractivos, saber que siguen en el “mercado” a pesar de haber pasado una barrera importante en cuanto a la edad.
En esta época se dan el mayor número de infidelidades. Y también comienzan los problemas de disfunción eréctil, aunque normalmente, la gran mayoría se corresponden a desequilibrios psicológicos o emocionales. La respuesta sexual es mucho más lenta y costosa, sin embargo se es demasiado joven como para tomar Viagra. Por eso, algunos expertos recomiendan terapia psicológica, para poder volver a aceptarse a uno mismo y aceptar su nueva situación.
A partir de la edad dorada
Alrededor de los 55 años, al hombre se le empieza a considerar maduro, un adulto mayor, de camino a la vejez o tercera edad. La sexualidad se vuelve diferente, se transforma, aunque nunca desaparece. Tres de cada 4 hombres, según algunas encuestas, se mantienen activos sexualmente entre los 55 y los 65. Eso sí, el coito pasa a un segundo plano y disfrutan más de otras sensaciones, como las proporcionadas por las caricias. Conseguir el orgasmo se vuelve mucho más complicado. Y a veces la erección puede llegar cinco minutos después de haber comenzado el estímulo. Empiezan los problemas más graves de disfunción eréctil y palabras como anorgasmia e hiperplasia prostática.
Los médicos recomiendan ayuda farmacológica para mantener la erección. Aunque lo más importante es admitir las limitaciones de la edad, la evolución natural del ser humano, y asumir los cambios para poder disfrutar de la vida de otra manera.
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