En el siglo XIX se le llamó “histeria”, pero en cada época, diferentes nombres e innumerables historias hablaban de mujeres cuyo “furor uterino” las hizo famosas. Actualmente hubieran sido denominadas como ninfómanas, o adictas al sexo. ¿Pero cómo fueron estas mujeres a lo largo de la historia?
El sexo enfermizo de hace miles de años.
Cleopatra fue una de las primeras ninfómanas reconocidas como tal. Una diosa del sexo, una mujer con un gran apetito sexual, y con un poder suficiente como para tener a su disposición a cientos de hombres para satisfacerla. Fue tan precoz que tuvo a su primer amante a los 12 años, y a los 16 tenía totalmente hipnotizado al emperador César.
Pero el término “ninfómana” no procede de Egipto precisamente. Fueron las mujeres de la antigua Grecia las que se hicieron tremendamente populares por su insaciable apetito carnal. Se las llamaba Ninfas, y eran consideradas unas diosas de la reproducción. Ninfómanía procede de hecho del griego “nymphe” (jovencita), y de “manía” (obsesión).
No fueron Ni Cleopatra ni las famosas ninfas griegas las únicas que revolucionaron el deseo sexual femenino y la vida sexual de los hombres de la época. Incluso la bíblica María Magdalena, fue tachada de mujer enferma embaucada por los placeres carnales.
La primera ninfómana de la historia.
Ellas fueron recordadas por una apetencia sexual desaforada, sin embargo, la ninfomanía reconocida tal y como se reconoce hoy en día, como una enfermedad con raíces biológicas y psíquicas, no fue diagnosticada como tal hasta 1871. El “Boston Medical Surgery Journal” describía a una chica de 29 años, a la que llamaron “Miss T”, obscena y provocadora, con comportamientos sexuales compulsivos. A la chica de Masschussetts le diagnosticaron un clítoris demasiado grande, y demasiado sensible, culpable de los impulsos sexuales exagerados. Le “recetaron” duchas frías y algunos medicamentos cáusticos sobre sus partes, pero nada solucionó el problema.
Fue en el siglo XIX cuando la ninfomanía comenzó a definirse como tal y a considerarse una enfermedad. En la época victoriana, con una gran represión sexual, sobre todo para la mujer, fue cuando los deseos más oculto, se convertían más a menudo en enfermizos.
Algunas de las mujeres diagnosticadas como ninfómanas, llegaban incluso a morir, aunque esto solo ocurría en casos extremos. Existen casos documentados en los que se describía la causa de la muerte de estas mujeres por agotamiento a causa del agotamiento que les causaban sus insaciables deseos.
Durante décadas, los médicos investigaron este tipo de problemas: indagaron sobre el tamaño del clítoris, el tamaño del cerebro, el tamaño del cerebelo… sin embargo, ninguno de los estudios fueron concluyente, por eso, llegaron a la conclusión de que la enfermedad tenía un origen “psíquico”.
¿Por qué se asocia a problemas mentales?
No es de extrañar que con la represión sexual reinante en la época, las mujeres insatisfechas se obsesionaran con el sexo hasta llegar a un punto enfermizo. La religión, y la cultura machista hicieron que aquella mujer que expresara sus deseos, estuviera mal vista. Era una pecadora, sucia y la sociedad llegaba a darle de lado por su comportamiento obsceno.
La culpa, el arrepentimiento, los sentimientos contradictorios y el carácter adictivo natural del sexo, hacía que a más de una se le fuera la cabeza. Sin embargo, la ninfomanía médica no es del todo psíquica, también tenía su parte fisiológica.
No todo está en la mente.
Cualquiera no puede “volverse loca de sexo”. Se sabe que es necesario que se conjuguen varios factores. Las mujeres con personalidad emocionalmente instable, son mucho más propensas. Las mujeres que han tenido malas experiencias sexuales, e incluso aquellas con complejo de inferioridad.
Además, la ninfomanía responde también a factores neurofisiológicos, y se ha demostrado que existen factores tan curiosos como haber sufrido un traumatismo craneoencefálico en determinadas zonas de la cabeza, que hacen a ciertas mujeres más propensas a ser ninfómanas.
¿Y se puede dejar de ser ninfómana?
Existen tratamientos hoy en día que resultan bastante efectivos. Lo más común es utilizar una psicoterapia en la que se busque que la paciente llegue a vincular el sexo con la afectividad. También se persigue disminuir un posible exceso de testosterona, o administrar medicamentos que estimulen la producción de serotonina.
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